Astrología 36 - Conclusión Final

Conclusión Final


El propósito inicial de este trabajo era encontrar algunas claves del lenguaje astrológico. La tradición dice que cada sistema contiene dentro de sí hasta 7 claves distintas de interpretación, entre ellas están la clave psicológica, la clave física o fisiológica, la clave histórica, la matemática y geométrica, la mística, etc.

La historia nos muestra que el lenguaje astrológico ha sido utilizado en la descripción de caracteres humanos, en la predicción del futuro por medio del estudio del mecanismo de los ciclos, en el simbolismo de la alquimia, en la medicina, en las creencias religiosas en relación con la vida y movimiento de los dioses, y en lo esotérico y místico para describir ese Camino de las Estrellas del que hablan los egipcios, que no sería más que una descripción del proceso iniciático, del paso por fases del despertar humano. Además hemos visto que no sólo representa el progreso humano individual sino también el progreso humano colectivo, o sea los ciclos de las humanidades.

Ciertas tradiciones, como la egipcia, atribuyen también a los grupos estelares una especie de Jerarquía u Orden, que irían desde el "Centro aparente” u óptico de nuestro sector del Universo, o sea las Pléyades, seguido por la constelación de la Osa Mayor, el centro de nuestra galaxia, la Vía Láctea, y ya en su interior Sirio y finalmente nuestro Sol.

En definitiva nos hablan de células, tejidos, órganos, etc., como un ser vivo, elementos entrelazados y con una cierta jerarquía organizativa. Esta sería otra manera de entender la "influencia de las estrellas" sobre los hombres. Personalmente no creo en la influencia directa ni de las constelaciones ni de los planetas sobre nuestro comportamiento. Pero si entendemos que estos cuerpos celestes son simplemente los "cuerpos" de jerarquías inteligentes superiores, o sea lo que los antiguos denominaban como "dioses", y si esta organización jerárquica se extiende a través de todo el universo, entonces, necesariamente, la humanidad en su conjunto obedece a ese orden general, no de manera ciega, sino como impulsos generales, formando parte de ese organismo, que la conducen en el proceso evolutivo.

Ahora bien, cada ser, cada grupo de seres, también posee sus propios ciclos evolutivos. En ese sentido la Humanidad en su conjunto es un ser vivo, y como tal también está sujeta a sus propios ciclos de manifestación, crecimiento y maduración, decadencia y disolución y nueva manifestación.

La humanidad, así como cada uno de los seres humanos, evoluciona a través de esos ciclos infinitos cuyos mecanismos últimos nos son desconocidos. No obstante, la tradición asigna a través del ciclo astrológico un modelo que se corresponde a grandes líneas con las etapas de esa evolución. Un ejemplo de ello es el ciclo de tiempo más antiguo conocido, el de los Yugas hindú, que ya hemos explicado y detallado (véase aquí) Ese mismo modelo es aplicado pues a gran escala, ciclos infinitamente grandes (Yugas, Maha yugas, Kalpas, etc.), y en pequeña escala en las llamadas eras astrológicas (Era de Acuario, Piscis, etc.)

El ser humano, individualmente, también evoluciona a través de esos ciclos, de tal manera que sus encarnaciones sucesivas hacen que nazca en una cierta “modalidad” que se corresponde también a grandes rasgos con los anteriores ciclos. De tal manera que nacer como Capricornio, o Leo, etc., no significa más que nacer en un momento determinado del Ciclo Universal que se corresponde con un momento particular del Ciclo Personal Evolutivo. Los signos astrológicos no se corresponden con influencias estelares sino con momentos evolutivos de cada ser humano, sus desafíos personales y las etapas por las que tiene que discurrir sus encarnaciones. De tal manera que hemos sido muchas veces Libra, y muchas veces Sagitario, en un ciclo que se repite pero que avanza ascendiendo, de tal manera que forma una auténtica espiral evolutiva.

La disyuntiva es relativamente fácil: o este Universo está desprovisto de cualquier inteligencia rectora o propósito y sólo es una mera acumulación caótica de materia, el resultado de una gran explosión lenta de la cual vemos sus efectos momentáneos desplegándose a nuestro alrededor, o bien hay un Orden y unas Reglas, o sea unas Leyes que se manifiestan en una Voluntad e Inteligencia que regulan este majestuoso Ser Vivo. 

Lo mismo podría decirse del ser humano o microcosmos: o éste es el resultado aleatorio de las ciegas fuerzas materiales de la naturaleza, o es un ser que obedece a una necesidad, que es un ser de alguna manera responde a una ley y a un propósito.

Pueden aportarse miles de libros, comentarios y pensadores en favor de la primera opción, también pueden aportarse miles de libros, comentarios y otros pensadores en favor de la segunda opción. Cada uno de nosotros puede optar libremente por una o por la otra, pero no creo que sea una cuestión de explicaciones meramente racionales o lógicas, creo firmemente que de una manera intuitiva que el hombre siente que hay un misterio en su interior, un misterio que lo conecta con el otro Gran Misterio del Universo. Yo lo siento así, y prefiero creer y vivir en ese orden maravilloso de esas inteligencias que están detrás de todo ello, y en ese Misterio tan grande, tan grande, que no puedo acceder a él a través de mi mente analítica sino a través de la intuición, del mito y del lenguaje simbólico. Ese Misterio tan grande, que no cabe ante el mismo más que la reverencia y esperar confiadamente algún día comprender.