Astrologia 05 - Los Ciclos

LOS CICLOS 

Una de las características universalmente percibidas por el hombre es la ciclicidad de todos los fenómenos naturales. Su paradigma es el ciclo solar diario y anual. Nacimiento, juventud, madurez y muerte, tal como anteriormente mencionamos, son ciclos que afectan a todos los fenómenos naturales y seres. Por extensión, este concepto no sólo se aplica a los seres “vivientes”, sino a todo objeto, o mejor dicho a toda forma, ya sea esta natural o artificial. 

La alternancia vida-muerte en realidad representa, desde el punto de vista clásico, una misma cosa: la Vida Una. Lo que usualmente llamamos vida es nada más que una forma de existencia (ex-sistere), o sea salir, aparecer, mostrarse, la “salida” de algo a la manifestación formal. 

Es por lo tanto la forma la que tiene un nacimiento, crecimiento, decadencia, y la muerte no sería más que la desaparición de la forma, volviendo así de nuevo a su origen primero, el ser o esencia, ya se trate de un ser espiritual, o de una idea. 

Cuando un hombre elabora una idea en su mente, como por ejemplo la construcción de un recipiente, y luego la plasma en arcilla, aparece a la existencia el recipiente, si este se destruye no significa la total desaparición del ser, pues este permanece en la mente de su constructor como idea y puede volver a “reencarnar” en nuevas formas. Todo lo que posee un nacimiento en la existencia, ineludiblemente tiene un fin en esa existencia, cerrando y abriendo de nuevo el ciclo. 

El pensamiento moderno es fundamentalmente lineal, contempla la existencia de un ser como una línea continua limitada por un comienzo y un final, ya que ignora y niega la existencia del otro lado de la Vida Una, el de las esencias. 

Sin embargo para el pensamiento clásico eso es un absurdo, pues todo comienzo posee necesariamente, en un mundo gobernado por las leyes de acción-reacción, una causa anterior, y todo fin tiene como corolario una consecuencia posterior. Por eso Platón afirma en sus diálogos que los vivos vienen de los muertos, y los muertos obviamente de los vivos, cerrando así el ciclo.

A modo de paralelismo, echemos un vistazo a dos conceptos esenciales presentados por la física: el primero la ley de la conservación de la masa y energía, y el segundo la llamada segunda ley de la dinámica, o sea la ley de acción y reacción. 

El primer concepto nos dice que en todo sistema físico la suma de la masa y la energía es siempre la misma. A lo largo del tiempo las proporciones de uno u otro pueden variar, una cierta cantidad de energía puede transformarse en masa, y una cierta cantidad de masa en energía, pero la cantidad total de ambos términos permanece siempre la misma. De la misma manera, podemos decir, usando este símil, que las esencias sutiles (ya se traten de almas o ideas) a veces permanecen como tales y otras se “se densifican” o sea se manifiestan como existencias formales, pero la totalidad esencia + existencia permanece constante.


Por otro lado el segundo principio de la dinámica, la ley de acción y reacción, implica el movimiento y transformación perpetua de la materia, pues todo lo que existe es el resultado de alguna acción, o sea una reacción, y ésta en sí misma es una acción que genera nuevas reacciones. La cuestión es si en algún momento se dio un primer impulso, aunque quizá nunca hubo un primer impulso... 

La aplicación de esta ley física a lo metafísico nos lleva a la conclusión de la necesidad de los ciclos, o en otras palabras, los ciclos son la consecuencia inevitable del concepto de acción y reacción, de hecho el circulo es la mejor imagen posible para representar la cadenas de acciones y reacciones y al mismo tiempo la idea de eternidad. 

Necesitamos pues determinar aún más las características de los ciclos, conocemos ya que su principio y fin coinciden, pero ahora añadiremos el concepto de “mitad del ciclo”:


Esto nos define dos valores, uno que expresa el punto del ciclo de más baja energía, vitalidad, apariencia, o cualquier otra cualidad que estemos midiendo, y otro punto que posee la misma cualidad pero en su máximo valor. Si aplicamos este modelo cíclico al curso diario y anual del Sol, el punto más bajo correspondería a la noche y al invierno, mientras que el punto más alto correspondería al mediodía y al verano. En la antigua China, al primer punto le llamaron el Yin total o absoluto, y al segundo el Yang total o absoluto. 

El ciclo solar también está relacionado con las direcciones cardinales. El punto más alto del ciclo anterior se correspondería con el Sur, y el punto más bajo al Norte: cuando contemplamos el sol de frente, al llegar éste a su altura máxima, estamos mirando hacia el Sur. Por consiguiente el Norte queda a nuestra espalda, quedando situado en el diagrama anterior como el punto más inferior.

Nuestra civilización, debido a componentes de tipo cultural y económico, sitúa en sus mapas el Norte en la parte superior de los mismos, sin embargo para muchas culturas clásicas la forma correcta de orientarse era mirando hacia el Sur, por tanto el Este quedaba a la izquierda y el Oeste a la derecha. 

Aún añadiremos dos puntos más de referencia: la mitad del hemiciclo que va desde el punto más bajo al punto más alto, y la mitad del hemiciclo que va desde el punto más alto al punto más bajo. El primero se corresponde cardinalmente con el Este y el segundo con el Oeste, y por consiguiente, de forma simbólica y analógica, el Este se relacionaría con el comienzo del día y del año, la primavera, y el Oeste con el final del día y con el otoño. Estos cuatro puntos básicos que hemos determinado se relacionan pues con cuatro estadios básicos en la manifestación:


En el antiguo Egipto este concepto del ciclo continuo estaba indisolublemente unido al del tiempo. Era representado por varios símbolos, tales como senu y rempit, el primero era un anillo significando el tiempo infinito, y el segundo era un tronco de palmera mostrando los tocones de las ramas cortadas anualmente de las palmeras, significando así la sucesión prolongada de los años. La combinación de ambos símbolos junto al de la pequeña rana Hekit (símbolo de la resurrección y del renacimiento) constituía un emblema completo de los ciclos eternamente repetidos:


En la antigüedad estos cuatro valores del ciclo que hemos definido hasta ahora, se relacionaron y se denominaron también de acuerdo con los llamados 4 Elementos: Tierra, Agua, Aire y Fuego.


Continuará