Astrología 06 - Los 4 Elementos Clásicos

LOS 4 ELEMENTOS CLÁSICOS

Si analizamos la realidad circundante desde un punto de vista global y comprensivo, o sea analógico, encontraremos que nuestro universo puede ser descrito desde dos puntos de vista, como una estratificación de propiedades, o como dimensiones.

Los 4 Elementos como Estratificación de propiedades globales

Para los antiguos no pasó desapercibido la organización global de nuestro mundo: sobre la base densa de la tierra, se expande el líquido elemento, el agua, y sobre este el aire, y más allá el fuego solar. Y comprendieron claramente que los cuerpos densos participan de alguna manera de esa tierra, que la vida es imposible sin el agua, y que el aire, elemento en el que nos movemos, permitía la expresión de nuestros sentimientos, mientras que lo alto del cielo, navegado por el Sol, representaba el fuego espiritual, al que el hombre se dirigía en sus oraciones. 

Estas observaciones directas, llevaron al hombre a elaborar en un plano más complejo y detallado la teoría de los 4 elementos, que nunca pretendió ser científica en el sentido que hoy le damos a esta palabra, sino una forma de integración, de visión global, un instrumento de comprensión del Universo que nos rodea y del propio hombre.

Por el elemento tierra entendieron pues todo aquello que era denso y material, perfectamente representado en el mundo mineral. El elemento agua no era el agua que bebemos, sino un símbolo de todo aquello que representaba el flujo de la vida, de la energía vital. Por elemento aire, no se referían al aire que respiramos, sino a esa característica “aérea” o “ambiental” o “atmosférica” que tiene nuestra psicología y emociones. Todos han podido experimentar esa sensación de expansión y contracción que se produce cuando estamos alegres o tristes, todos hemos respirado ampliamente aliviados o por el contrario sentido opresión y restricción en nuestro pecho con esos mismos sentimientos, y todos saben de la influencia del medio ambiente sobre nuestro humor, y que los días lluviosos u oscuros y los días soleados, tal como la ciencia hoy reconoce, alteran nuestro humor. Finalmente, el fuego solar, la capacidad de iluminar a todos, y la capacidad del fuego, permaneciendo igual y sin disminuirse, de expander y comunicarse, lo hace similar a las ideas de la mente.

Los 4 Elementos como Percepción de las 4 Dimensiones

Aún antes de que Einstein existiera, los filósofos de la antigüedad trataron sobre el espacio y el tiempo. De hecho estos temas fueron objetos de especulación profunda tanto en los Vedas como en las doctrinas budistas o en los textos chinos antiguos. Al igual que la moderna física cuántica se ha visto forzada a interrogarse acerca de la propia naturaleza de la mente humana, también los filósofos del pasado llegaron a la conclusión que la forma de percepción del tiempo y del espacio es inseparable de la constitución de nuestra mente. No ignoraban pues de la existencia de las 4 dimensiones, aunque no las nombraran exactamente de esta forma. (ver El Tao de la Física, 1975 por Fritjof Capra

Una forma de explicar la Evolución consiste en describirla no como el desarrollo de los cuerpos (unicelulares, pluricelulares, vegetales, animales, etc.) sino como el desarrollo gradual de la facultad de la conciencia, y de cómo ésta va adquiriendo progresivamente un conocimiento más complejo de las dimensiones. 

El evolucionismo sostiene que la vida se originó a partir de formas inorgánicas que en ciertas combinaciones dio origen a moléculas complejas y posteriormente a formas básicas de vida orgánica. La posición clásica al respecto difiere en las causas, pues entiende que la conciencia y espíritu precedieron a la manifestación material. En un proceso doble, mientras que la materia organizada, dirigida por el espíritu inteligente, creó formas o receptáculos más avanzados y apropiados para éste, el espíritu inteligente descendió progresivamente tomando cuerpo en esas formas materiales. Por consiguiente no solo podemos hablar de una evolución de las formas, sino también, lo que es aún más importante, podemos hablar de una evolución de la “toma de conciencia” del espíritu dentro de esas formas. 

Así podríamos decir que el mundo atómico no posee una conciencia que podamos percibir los seres humanos, no obstante incluso un átomo posee una serie de relaciones internas o leyes, una estructura determinada de la que de alguna forma es “consciente”, si se nos permite decirlo así. El átomo se conoce a sí mismo, es una especie de conciencia unidimensional o puntual. Esto es difícil de aceptar para una mente que sólo percibe el fenómeno de la conciencia como algo exclusivamente humano, pero si por conciencia (en latín cum-scire, con-saber) entendemos “darse cuenta”, “conocer”, entonces tendremos que aceptar que de alguna manera un átomo de Oxigeno “sabe” de la presencia de, por ejemplo, un átomo de Hidrógeno, con el cual se combina. No es el conocimiento reflexivo humano, si no el implícito o auto programado en las leyes de la propia naturaleza.  


El reino vegetal en su conjunto tampoco posee una clara expresión de conciencia individual, no obstante, aunque de forma lenta podemos observar en sus formas de crecimiento modificaciones de su extensión y cómo progresivamente aprende a conquistar la tierra fértil, algo que nos permitiría hablar de una conciencia relacionada sobre todo con las dos dimensiones o superficie o sea bidimensional. El agua, que simboliza la vida y al mundo vegetal asiento de la vida básica, también se desliza claramente a través de las superficies, en sus leyes internas existe también ese “conocimiento” o percepción de las superficies, a través de las cuales se expande. 

El reino animal se caracteriza por un buen conocimiento de las tres dimensiones. El espacio tridimensional es el hábitat natural de la conciencia animal, su espacio de conquista. Sin su conocimiento no sería posible la supervivencia animal, cazar, saltar, correr, volar, migrar, son actividades que dependen de un profundo conocimiento del espacio y sus tres dimensiones. Este conocimiento de las tres dimensiones se acompaña del conocimiento de la “corporeidad”, del yo separado de los demás. Es en el animal donde aparecen los primeros signos de “egoísmo”.

Por último el hombre aporta a la evolución un nuevo conocimiento, el de la cuarta dimensión o tiempo. De ahí la preocupación del hombre acerca del tiempo y sus consecuencias, del ayer, del hoy y del mañana, y por tanto con ello nace el sufrimiento en su triple expresión, el sufrimiento como recuerdo, como presente y como miedo proyectado al futuro. 

La conciencia del tiempo trae consigo también la preocupación acerca de la supervivencia del ser, no solo en el mañana inmediato, sino también más allá de la vida. La inmortalidad es un interrogante fundamental para el hombre, y todos los filósofos y pensadores humanos de todos los tiempos, han tratado de dar una respuesta, positiva o negativa, a este concepto.

Obviamente, dado que hay evolución, estas formas no son fijas y limitadas, sino que existen infinidad de relaciones complejas, que nos permite hablar de pasos intermedios en la conquista evolutiva de la conciencia. 

Así por ejemplo, la conciencia puntual del átomo se expande y acrecienta en sus combinaciones químicas con otros átomos, formando moléculas y sustancias orgánicas y compuestos minerales. 

Los vegetales no sólo cubren la tierra, sino que aquellos más evolucionados se lanzan a la conquista de la tercera dimensión espacial a través de sus ramas, e incluso se dan casos como el de las plantas carnívoras en que hay una transición hacia el mundo animal. 

Los animales más evolucionados se alejan del comportamiento instintivo para elaborar algunas formas mentales, y por ende un cierto conocimiento del tiempo en su sentido más abstracto, de tal manera que es posible para algunos animales evolucionados sentir la pérdida de los otros, la ausencia de sus amos e incluso su muerte. 

Finalmente el hombre, con su mente superior, intenta explorar el terreno de lo desconocido, de las dimensiones espirituales más allá de las limitaciones del tiempo. Así, si bien el campo de aplicación de la mente del hombre vulgar se concentra en las cuatro dimensiones, el sabio explora la quintaesencia de la cosas, o sea su quinta dimensión.


Continuará