Astrología 21 - Hathor, La Gran Menat

Hathor, La Gran Menat


En el artículo anterior hemos visto a Hathor representando la Madre Universal y por tanto como el origen de todo lo existente. Pero también Hathor es el lugar de retorno. Como lugar de retorno se nos muestra con el simbolismo de la “Montaña de Occidente”, tal como aparece hacia el final del Libro de los Muertos. 

A la derecha, en esta preciosa representación cargada de simbolismo, Hathor se encuentra rodeada de tallos florales, que nos recuerdan otra vez la idea de Señora del Eje, e incluso la misma Montaña de Occiden detrás, muestra un diseño ondular que sugiere un río, o sea la propia Vía Láctea, que es el Nilo del Cielo. También vemos una capilla-tumba, otra vez con la forma del eje, terminando su pico en un triángulo-piramidión. 



Colgado del cuello aparece otro símbolo muy importante de la diosa Hathor, es el collar "Menat", de hecho la diosa también se la denomina así, ella es la Gran Menat, cuyo significado está relacionado con palabras que implican la idea de nodriza y vaca lechera. El mismo templo de Denderah es el "Castillo del Menat", nombre también de forma más específica aplicado a las salas del templo donde se conservaba este símbolo y a las de las criptas en relación con el nacimiento. Las sacerdotisas de Hathor lo portaban en las ceremonias y aparecen ofrendándola como forma de renacimiento a la vida egipcia, así en el cuento de Sinuhé, tras pasar largo tiempo desterrado, a su vuelta recibe el Menat para ser perdonado e integrado de nuevo a la sociedad egipcia. 


Su forma nos recuerda otra vez la idea de eje. Y si miramos con más detalle observaremos que en la parte redondeada tiene una especie de estrella o flor con 8 brazos. Estas mismas estrellas son los adornos que aparecen distribuidos a lo largo del cuerpo de Nut a la entrada de Denderah, extendido a lo largo del arquitrabe bajo la forma de un río sobre el cual navegan las estrellas y las constelaciones, afirmando así una vez más Denderah como templo astronómico y a su diosa regente como la Gran Madre Cósmica, la contenedora de estrellas y nodriza. 


Este emblema, el Menat, aun contiene más sorpresas para nosotros. Prestemos atención pues a las partes que lo componen: la parte esférica y la alargada.  

La parte esférica se refiere de manera más específica al cuerpo de la galaxia, la Vía Láctea, que es el lugar de los nacimientos y por ello es también la “matriz de los orígenes”.  De ahí que muchos amuletos Menat representen en esa parte escenas del nacimiento de Horus, como puede verse abajo a la izquierda. 


Otro ejemplar de amuleto Menat nos muestra a Shu y Tefnut (arriba a la derecha), o sea los dos primeros dioses creados, representantes respectivamente de lo masculino y femenino, o por decirlo así, la dualidad primaria o el andrógino primitivo. En la parte inferior de dicho amuleto se observa un pez oxyrrhinco, o sea Piscis, de nuevo el eje ya mencionado. Lo que nos lleva a dos puntos interesantes, uno de naturaleza astronómica y otro astrológica:

-En Astronomía: El polo inferior de nuestra galaxia, o sea el lado opuesto a Coma Berenices, está ocupado por la constelación de Piscis Austrinus, o sea la constelación del Pez.

-En Astrología: la simbología de Hathor está fuertemente conectada con la de Virgo y ésta siempre estuvo asociada al signo de Piscis, la famosa Vesica Piscis o Vejiga del Pez, similar a la Mandorla cristiana, donde aparece en medio el Ichtys (pez) que representa a Jesús - Ichtus, o bien la propia Virgen con el niño, similar a las representaciones de Hathor y Horus. 


A pesar de los siglos, ciertos conceptos sobreviven casi inalterados, y en la simbología de la Vesica Piscis se encuentran aspectos geométricos y numéricos relacionados con todas las Diosas Madres. 

Con respecto a la parte vertical del amuleto Menat, obviamente representa al propio eje vertical de la galaxia, siendo pues similar esta parte del amuleto Menat a la columna hathórica. El Menat poseía además un significado asociado a las ideas de contento, felicidad, paz, alegría, que usualmente se ha querido relacionar con la idea de Hathor como diosa del amor. De hecho fue identificada con Afrodita y Venus, sin embargo sin descartar este significado, tenemos también que añadir a ello el sentido de "reintegración a los orígenes", de vuelta a la unidad de los orígenes, y por ende de la felicidad que ello implica, así en la última escena del Libro de los Muertos, cuando Osiris alcanza la Montaña de Occidente, o sea Hathor, aparece el siguiente recitado:

"Hathor, Señora del Paraíso, moradora del Occidente; Señora de la Tierra Sagrada, Ojo de Ra en su frente; benévola de semblante en la Barca de los Millones de Años, un lugar de descanso para aquél que ha hecho justicia en la Barca del Bendito y para quien construyó la Gran Barca de Osiris para navegar por las aguas de la Verdad y la Justicia". Recitación 186.

La última gran sorpresa que guarda para nosotros el Menat es su asociación con la Esfinge, de la cual hablamos al comienzo, o sea con el  Horus en el Horizonte (Horus-em-Akhet): 


En el templo de Horus en Edfu, en una de las capillas, podemos ver esta extraña representación: la ofrenda presentada ante Hathor es una esfinge. Es una esfinge peculiar pues posee un collar adjunto, y la frase que corre a su lado afirma que la ofrenda es un Menat. O sea, en otras palabras el Menat es también la propia Esfige, y si Hathor es la Gran Menat de ello se deduce que también, de alguna manera, esta diosa es también equivalente a la Esfinge. Ahora bien, eso nos retrotrae a capítulos anteriores, donde establecimos que uno de los símbolos de los cuatro elementos, de las cuatro direcciones del espacio, y por tanto del Espacio Primordial, es la Esfinge y también los capiteles con cuatro direcciones de Hathor. La identificación con la Esfinge puede también comprobarse en el zodiaco del templo de Esna, la antigua Latópolis:


En el registro inferior podemos observar una representación de Virgo, con la característica espiga en la mano derecha, al lado de una esfinge. Vemos pues que aun conservando el nombre Virgo, el signo zodiacal que hoy lleva este nombre oculta su verdadera naturaleza confundida entre otros elementos. 

Aún podemos encontrar otras huellas referentes a su significado original en el mismo sistema zodiacal: nuestro zodiaco actual comienza, tal como tradicionalmente se acepta, en Aries, y se apunta como razón para ello que en el pasado, durante el equinoccio de primavera, el equinoccio vernal correspondía a esta constelación. Sin embargo, esto sólo fue cierto durante un periodo de tiempo, durante la era de Aries. Pero ni antes ni después, se correspondió con ello. 

Por otro lado hemos visto que en su "forma fundacional", los cuatro signos relacionados con los cuatro elementos, las cuatro direcciones y las cuatro estaciones, y los dos solsticios y equinoccios eran Tauro, Leo, Escorpio y Acuario. Por tanto la razón para colocar a Aries como comienzo del sistema zodiacal debe ser otra. 

Sin embargo, si re-posicionamos la rueda zodiacal tomando como eje Virgo-Piscis, el Eje de la Vía Láctea, como diámetro vertical, podremos "visualizar" ciertas indicaciones dadas por H.P. Blavatsky que apuntan a que Aries es el primer signo de una "línea ascendente" (Aries, Tauro, Géminis, Cancer, Leo y Virgo) que concluye en Virgo, mientras que Libra sería el primer signo de una "línea descendente" que llega hasta Acuario (Libra, Escorpio, Sagitario, Capricornio, Piscis y Acuario). 


La razón de todo ello radica en que el zodiaco es un sistema codificado que incluye varios tipos de claves, tal como apuntábamos al comienzo de estos artículo. Así, el ciclo zodiacal puede ser aplicado también a los ciclos evolutivos relacionados con la evolución de la humanidad. 

Para los antiguos, el curso de la creación puede ser expresado como dividido en dos, una parte que traduce la evolución del espíritu hasta llegar a un punto de cruce con la materia, siguiendo un ciclo descendente, y un ciclo ascendente en que el espíritu después de haber tomado su experiencia en la materia vuelve a sus orígenes. 


Tanto en la cábala hebrea, como en las tradiciones hindúes, en los textos tibetanos, o en el Popol Vuh de los mayas, la aparición de la humanidad sigue una serie de fases que tienen su origen en el "hombre arquetípico asexual" para luego materializarse en planos sucesivos descendentes, apareciendo así la dualidad de los sexos y la reproducción sexual. El mito platónico del Andrógino expresa la misma idea. Para nuestras mentes positivistas estos son puramente mitos sin sentido, sin embargo no debemos ignorar que los que construyeron el sistema zodiacal estaban imbuidos de estas ideas.

El ciclo ascendente pues, de Aries a Virgo, corresponde al gran ciclo de la creación que culmina en el primer ser "andrógino" o mejor dicho, asexual. A partir de ahí, tras su paso por Libra, el cual representa la división de los sexos, continúa con Escorpio, que se corresponde simbólicamente con los órganos generativos, marcando con ello la caída total en la materia y en las formas de reproducción sexuadas, y luego sigue en escala descendente hasta llegar a Piscis.

Esta es la razón y no otra por la que el ciclo Osiriano o iniciático, que podemos ver representado en el Calendario de Denderah, comienza de manera contraria en Piscis y continua a través de Acuario, Capricornio, etc., terminando en Aries, para llegar finalmente al centro. Este ciclo sería el inverso al ciclo común (que comienza con Aries y continúa con Tauro) ya que se trata del ciclo de retorno al origen o ciclo iniciático. Por extraña que pueda parecer esta explicación al lector no avezado con los contenidos de tipo esotérico, lo cierto es que esta explicación y no otra es la que puede reconciliar los hechos conocidos. Volver hacia atrás, es reintegrarse a la unidad primordial de origen. 

Este Eje Galáctico aparece representado en estos dos Tarots Egipcios:


Ambos Tarots muestran en la esquina superior derecha sus signos respectivos, Piscis y Virgo como puede verse en la parte superior de cada uno de los dibujos. Representan la evolución a partir del eje primordial, siendo la Esfinge (el Señor de Denderah, la contraparte masculina de Hathor) quien impulsa el giro de la evolución con una lanza a la derecha. Por otro lado la unión primordial de los sexos aparece en el simbolismo de Piscis.

No se trata pues de rechazar esta explicación por no estar de acuerdo con los conocimientos astrológicos al uso o  descartarla por ser demasiado "esotérica". Los antiguos tenían un sistema de pensamiento propio y desentrañarlo requiere que utilicemos sus mismos conceptos: no podemos aplicar nuestros puntos de vista a sistemas que fueron creados hace miles de años con otra visión del mundo y del hombre.

Cada una de estas dos partes del ciclo zodiacal, una ascendente y otra descendente, concluyen respectivamente en dos signos cuya naturaleza es hermafrodita o andrógina: 

a) el ciclo ascendente que finaliza en Virgo (en su significado original, o sea el Virgo-Escorpio de H.P. Blavatsky o signo Andrógino
b) el ciclo descendente que termina en Acuario, signo que en Grecia era representado por el efebo Ganímedes y en Egipto por Hapi, el dios del río Nilo representado como un hombre con pechos femeninos, ambos evidentemente signos andróginos.

El signo Virgo original, Hathor, se trata pues de una Virgen-Andrógina, asexual, casta y al mismo tiempo tipificando la Madre por ser ésta símbolo del origen y por contener en sí toda la potencialidad creativa, aunque restringida. Esto es bien diferente de la Virgo Generatrix, o la Virgo sexuada, de la que hablaremos más adelante y que se oculta detrás del signo de Libra. 

El signo Virgo, entre los griegos, se atribuyó a la diosa Astraea, hija de Temis y Zeus, y símbolo de la Justicia. Astraea-Virgo también se relaciona con los ciclos evolutivos de la Humanidad simbolizados en las Edades de Oro, de Plata, de Bronce y de Hierro: Se dice de esta diosa convivía en paz con los hombres durante la Edad de Oro, cuando estos no conocían la guerra ni los conflictos y obtenían sus medios de vida de forma natural. Más adelante vino otra raza de hombres de plata, los cuales carecían de la perfección de los primeros, pero todavía observaban en parte las leyes; por eso Astraea los visitaba ocasionalmente, aunque frecuentemente les recriminaba su falta de virtud comparada a la de los primeros hombres. Después aquella raza fue sustituida por los hombres de bronce; estos introdujeron las armas y las guerras de unos contra otros. Esta raza era tan vil y odiada por Astraea que esta se retiró del mundo subiendo hasta el cielo como la constelación de Virgo. 

Todas las diosas madres de la antigüedad (Astarté, Ishtar, Ishara, Innana, Isis, Hathor, Neith, Astraea, Atenea, la Virgen María, etc.) se relacionan de una u otra manera con las dos Virgos, la Virgo-Andrógina y la Virgo sexuada, y a menudo sus símbolos y mitos presentan elementos de las ambas al mismo tiempo. 

Continuará